Vuelo a Roma – Negocios & Política
 

Primera parada |Vuelo a Roma

No pierdas ese y ningún vuelo. No lo pospongas, recuerda que el tiempo es el más grande de los bienes y el más escaso.

Al igual que todo, la pandemia no será eterna. Sino observa debajo de tus pies, estás parada sobre unos 300.000 años de historia. En tus raíces ya hubo pestes, hambrunas, guerras, masacres, destierros, muertes, traiciones y desengaños. Pese a todo aquello, allí estás, más evolucionada y con un pasaje a Roma.

No dejes pendientes y cuando comiences tu marcha, no mires por el espejo retrovisor. Ve ligera de equipaje, no necesitas mucho. Una mochila con rueditas para llevar lo básico y otra más pequeña por si tienes que huir, nunca se sabe. No olvides unos sobres de sal y otros de azúcar para compensar. Un abrigo cómodo, no muy pesado, un sombrero o gorra tipo béisbol, dos pares de medias, un lápiz negro partido por la mitad, un anotador, tres libros y una linterna para leer cuando no te alcance el sueño.

En cada baldosa de Roma encontrarás una parte de ti. Visita sus ruinas, piérdete en sus museos, y aunque no creas en ningún Dios, no dejes de entrar a las iglesias y tomate toda una semana para recorrer sin prisa cada rincón del Vaticano.

Cada mañana intenta leer algún diario en italiano y pregunta todo lo que puedas a los conserjes, camareros, taxistas, y a cualquiera que se encuentre no menos de cinco días seguidos en el mismo lugar. Sólo así podrás aprender el idioma local y tener una idea aproximada de lo que siente la mayoría de sus ciudadanos, es decir el pueblo.

Y si tienes ganas de jugar en una sopa de letras, cómprate un diccionario básico de Latín que puedas guardar en algún rincón de tu mochila diaria. Será tu llave para ingresar a una máquina del tiempo que te ayudará a comprender un poco más a uno de los capítulos más importantes de la historia de la humanidad.

Ve sola a los museos, recorre la arquitectura de la ciudad y el percentil de la vida, siéntate en la ópera, camina bajo la luna y deja que te acaricie una lluvia, piérdete una noche y antes de marcharte no olvides de comprar dos o tres libros para reemplazar los que traías en tu equipaje; claramente tienen que ser en italiano y, al menos, uno de ellos debe ser de un clásico: Boccaccio, Alighiere, Calvino, o Manzoni con aquella delicada historia de amor entre Renzo y Lucía que transcurre en medio de una peste. Como no quisiera ser injusto, también nombraré al gran Umberto Eco.

Y ya que te gusta la historia del arte, nútrete una semana en Florencia. Permítete llorar un día nublado sobre el medieval Ponte Vecchio, visita la fría historia de la Catedral de Santa María del Fiore y su majestuoso Duomo, siente la energía de la Piazza della Sinoria apoyando tus manos sobre los muros del Pallazo Vecchio y recorre las páginas de esos maestros de la política que permanecen en sus inmortales estatuas de la Galería Uffizi.

Mariana, no vayas a dejar Italia sin pasar por Venecia. Espera los carnavales, pasa todo un día en góndola, toma un Spritz en la plaza San Marcos durante un día soleado, visita su Basílica. Cuando estés allí, cúmpleme dos favores: déjale propina al primer mozo que veas del Gran Caffè Quadri. Luego, si no robo demasiado de tu tiempo, pasa por la calle Malipiero y saluda de mi parte a la placa del libertino Giacomo Casanova.

Utiliza la misma brújula en cada punto geográfico que puedas visitar. Camina, observa, siente. Cuídate del Covid y de las otras pestes que acompañan a los hombres desde el principio de las cosas, especialmente de la más destructiva de todas: la ignorancia. Recuerda que la mejor vacuna que se ha provado es la del conocimiento. Liber Liberat.

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    Ant Sig