La futura negociación con el FMI debe prestar atención a la experiencia de 1975 – Negocios & Política
 

La futura negociación con el FMI debe prestar atención a la experiencia de 1975

Hay dos indicadores elocuentes de que existe un grado significativo de represión inflacionaria. Los dos síntomas más claros son, por un lado, la dispersión de los precios de muchos bienes y servicios y, por el otro, la brecha entre el mercado controlado de cambio y las distintas variantes de mercados libres o semi-libres.
Domingo Cavallo
Opinión
Domingo Cavallo
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La tasa de inflación se mantuvo a lo largo de los primeros nueve meses del año mucho más baja que lo que podía estimarse a partir de la expansión de los pasivos monetarios del Banco Central. Pero a lo largo de octubre comenzaron a observarse signos de aceleración.

Hay dos indicadores elocuentes de que existe un grado significativo de represión inflacionaria. Los dos síntomas más claros son, por un lado, la dispersión de los precios de muchos bienes y servicios y, por el otro, la brecha entre el mercado controlado de cambio y las distintas variantes de mercados libres o semi-libres.

Si el gobierno decidiera un salto devaluatorio en el mercado cambiario controlado sin haber corregido antes las fuertes distorsiones en el resto de los precios relativos, sobre todo aquellas que al existir provocan aumento del gasto público y del déficit fiscal, se produciría un fenómeno parecido al del Rodrigazo de 1975, la brecha cambiaria seguiría alta y sobrevendría una estanflación más aguda que la que ha existido desde 2011 al 2019. Más parecida a la que existió entre 1975 y 1990.

Para reducir el riesgo de este escenario, el gobierno debería apresurarse a corregir los desajustes de precios relativos, particularmente el atraso de los precios regulados de los servicios públicos. Sólo así podrá lograr un descenso de la brecha cambiaria sin un salto devaluatorio. Cuando éste se produzca por la inevitable reunificación y liberalización del mercado cambiario oficial, el efecto inflacionario de esa decisión será más limitado. Se podrá evitar que signifique un escalón más alto de la tasa de inflación en un contexto estanflacionario agravado.

Nada ha cambiado desde mi post del 30 de setiembre anterior que aumente las chances de un clima económico y social mejor para 2021, aun cuando la actividad económica tienda a normalizarse a causa de la atenuación de los efectos de la pandemia. Pero, al menos, el gobierno podría hacer algo para que no se produzca una explosión inflacionaria que desorganice aún más a la economía argentina, tal como la desorganizaron todas las fuertes devaluaciones de la historia.

Inflación y precios relativos

Hasta el mes de julio de 2019, inmediatamente antes de las PASO, la tasa de inflación tendía a estabilizarse en el 2% mensual, pero el salto devaluatorio que ocurrió apenas conocido el resultado de aquella elección, duplicó la tasa mensual de inflación durante el resto de los meses de 2019. La política de deslizamiento gradual del tipo de cambio oficial desde el restablecimiento de los controles de cambio en setiembre de 2019, llevó a que la tasa de inflación volviera a ubicarse alrededor del 2% mensual desde el inicio de 2020, Luego de permanecer alrededor de ese nivel, desde julio, viene zigzagueando entre 2 y 3 % mensual, pero se proyecta hacia el 4% mensual para el mes de noviembre. Los precios on-line indican que durante octubre la tasa de inflación promedio fue del 3,1% pero la tasa de aumento de los precios de los últimos 30 días, que marca la tendencia hacia noviembre, ya está en el 3,7%.

 

La magnitud que ha adquirido la brecha cambiaria, tal como se puede ver en el gráfico 2, lleva a muchos operadores financieros, importadores y, sobre todo, exportadores, a esperar un salto devaluatorio en el mercado oficial. Esta expectativa, en la medida que se mantenga, hará cada vez más difícil evitar una explosión inflacionaria tipo ¨Rodrigazo¨en el transcurso de los próximos trimestres. Por otro lado, dará más espacio a las voces que sostienen que inexorablemente se llegará a una dolarización completa de la economía como única forma de evitar una hiperinflación o de salir de ella, si se torna inevitable.

Aunque las declaraciones de los miembros del equipo económico y las del Presidente no son claras, es posible describir lo que piensan hacer en los siguientes términos:

1.Continuar con los controles de cambio, probablemente eliminando por completo la posibilidad de vender en el mercado oficial dólares para otros destinos que no sean importaciones imprescindibles:

2. Seguir administrando la tasa de inflación mediante el control de los precios de los servicios públicos y de otros bienes de la canasta básica (por el método de los precios cuidados o, incluso, mediante procedimientos más compulsivos)

3. Atenuar la expansión monetaria utilizando métodos de esterilización de los aumentos de la base monetaria, desde las LELIQs, a los pases y, eventualmente, los aumentos de encajes.

4. Financiar una proporción creciente del déficit fiscal con endeudamiento en pesos, utilizando una gama variada de bonos, incluidos los ajustables por el precio del dólar oficial.

El ingrediente 1 de la estrategia oficial sólo podrá llevarse a la práctica con efectividad si se habilita el funcionamiento de un mercado cambiario libre y legal para todo el resto de las operaciones que no pueden cursarse por el mercado oficial. El intento del gobierno de influir sobre la cotización del dólar en el mercado libre mediante regulaciones de la CNV o de la AFIP, sólo alentará el agrandamiento del mercado blue en relación al del CCL y el dólar Bolsa. Es difícil de entender por qué el gobierno no ha avanzado en la legalización de un mercado libre de regulaciones y accesible a todo tipo de operadores. Contrariamente a lo que opinan algunos economistas cercanos al gobierno (Álvarez Agis, por ejemplo) el funcionamiento de ese mercado libre no llevaría a agrandar la brecha, sino que ayudaría a reducirla, porque daría una vía legal para la entrada al país de dólares blancos y daría viabilidad a la intermediación financiera local en dólares. No es descartable que cuando funcione ese mercado, haya empresas privadas que consigan financiamiento en dólares en el exterior que liquidarían en el mercado libre, a sabiendas, por supuesto, que cuando deban devolver esos dólares no los podrán demandar en el mercado oficial. Esta posibilidad aumentará en la medida que luego de la negociación con el FMI se visualice la posibilidad de una reunificación y liberalización completa del mercado cambiario en un futuro no muy lejano.

El ingrediente 2 de la estrategia creará dos inconvenientes: el desabastecimiento de los bienes sometidos a los controles de precios y la necesidad de aumentar los subsidios económicos a la energía, el transporte y a las comunicaciones, complicando el ajuste fiscal.

Los ingredientes 3 y 4 obligarán a dejar que aumenten las tasas de interés en pesos de tal forma que superen tanto a la expectativa de inflación como a la expectativa de devaluación, con el inconveniente de que deberán ubicarse por arriba de la más alta de esas dos expectativas.

 Con la macroeconomía conducida de esta forma, el riesgo de un salto del precio del dólar incluso en el mercado oficial, que provoque un efecto ¨Rodrigazo¨, será más alto.

Para poder sostener la estrategia de ajustes graduales, el gobierno va a recurrir al FMI con la esperanza de que esa entidad podrá incluso desembolsar el tramo que quedó pendiente del acuerdo que había sido aprobado en 2018 durante el gobierno de Macri. Pero es seguro que el FMI le exigirá medidas claras de ajuste fiscal y diseño de un camino para la eliminación gradual de los controles de cambio. Es decir, admitir que, a mediano plazo, el país aspira a que haya un mercado único y libre de cambios. Este ha sido siempre la receta del FMI y no va a ser una excepción esta vez.

El mayor inconveniente que el gobierno va a encontrar para evitar que el acuerdo con el FMI incluya un salto devaluatorio inmediato en el mercado cambiario con una peligrosa aceleración inflacionaria inicial, lo constituyen las distorsiones que se han acumulado en la estructura de precios relativos.

El cuadro 1 muestra cómo han cambiado los precios relativos a partir de la fuerte devaluación en el mercado oficial de cambios que se produjo a partir de agosto de 2019 cuando quedó claro que el Presidente Macri no sería reelegido y pasaría a gobernar el Frente de Todos con la fórmula Alberto Fernández- Cristina Kirchner.

 

Un aumento del precio del dólar del 80% en el mercado oficial y del 213% en el mercado paralelo provocó aumentos muy dispares en el precio de los distintos bienes y servicios que se comercializan en la economía. Los precios minoristas de los productos estacionales, que por su naturaleza no se prestan a intervención alguna del gobierno en los mercados, subieron 84%, un porcentaje muy parecido al aumento del precio del dólar en el mercado oficial. Todos los demás precios subieron menos, pero de manera muy diferente según el tipo de bienes. Dentro del aumento del nivel general de precios minoristas que ascendió a 50%, se distinguen el aumento de los precios de los bienes, que fue del 61% en contraste con el aumento del precio de los servicios, que fue aproximadamente la mitad, 31%.

El aumento del precio minorista de los bienes fue parecido al de los precios mayoristas (61 % comparado con 56%). Entre los precios minoristas de los servicios se destacan los precios regulados, con un aumento de sólo el 27%.

La inauguración del sistema de ajustes graduales del tipo de cambio tratando de acompasar a la tasa de inflación que se inauguró desde que se reestablecieron los controles de cambio, sólo atenuaron las diferencias en el ritmo de aumento de los precios de los bienes con los precios mayoristas y el ritmo de devaluación (entre 43% y 35%), pero se mantuvo la divergencia fuerte con el precio de los bienes estacionales, no sujetos a ningún tipo de control de precios (63% en comparación con 43%), y de los servicios, mucho más afectados por las regulaciones (20% comparado con 35%) . Esto puede verse en el Cuadro 2.

 

La regulación de los precios de los servicios públicos, entre los que ahora se encuentran también los de telecomunicaciones e internet, tiene un alto costo fiscal, porque para mantener la oferta de esos servicios, cuando las tarifas se fijan por debajo de los costos, el gobierno tiene que subsidiar a los prestadores. El rubro subsidios económicos es un ítem importante del presupuesto público, que llegó a representar 5% del PBI y en 2019 aún representaba 3% del PBI. Es probable que con el nuevo atraso en el precio de los servicios regulados que ponen de manifiesto las cifras de los cuadros 1 y 2, el rubro subsidios económicos vuelva a representar el porcentaje más alto.

El gobierno debería abocarse a corregir estas distorsiones en los precios relativos, antes de que se vea obligado a admitir un fuerte salto devaluatorio en tránsito a la reunificación y liberalización del mercado cambiario. Por supuesto, permitir que los precios regulados se ajusten más que el resto de los precios para corregir el atraso, agregará algunos puntos a la inflación mensual, la que a su vez tendrá que ser reconocida en el ritmo de ajuste cambiario en el mercado oficial. Si esa recuperación se hubiera dispuesto durante el último año, es probable que la tasa de inflación medida por el índice de precios minoristas, igual que la tasa de aumento del precio del dólar en el mercado oficial, se habría ubicado algo por arriba del aumento de los precios minoristas de los bienes, no muy diferente a la tasa de inflación del año 2019 (50%).

 

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